Adulto tercer lugar
Mientras se lo llevaban, le juró al muchacho que no lo dejaría solo. Le tocaba caminar mucho, pero cumplió su palabra mientras se ganaba la vida. Cada día, sin falta, durante cinco años, empujó el cochecito con los dulces desde su casa en La Gabriela hasta el kiosco frente a la cárcel Bellavista. Como no podía ver bien, creyendo que podría ser su hijo, la señora saludaba de lejos a cualquier recluso triste que se asomara por la ventana de su celda.
Jaime Hernán Cortes, 43 años.
Bello.